— UN SORPRENDENTE DESCUBRIMIENTO —

De como los héroes cumplieron la promesa de un moribundo

Tras descubrir que la verdadera identidad del hombre tuerto de Wythlon era Samsun y venía acompañado de Aelle (heredero a bretwalda), partisteis por el río Vein en una pequeña barcaza hacia Eryr, con la misión de buscar a Caleddin, un aliado. 

No tardarían en saliros al paso hombres de MIldred, pero lejos de ser el único de vuestros problemas, los fomorianos -siempre sedientos de sangre- os emboscarían hiriendo gravemente a Yngvar el lobo.

Ahora, acosados por numerosos enemigos os apresuráis en encontrar a Caleddin y que éste os brinde su protección.  

 

 

— UN DURO CAMINO HASTA ERYR —

La dura prueba de los rápidos del río Vein

La mala fortuna de una primavera seca fue la responsable de que los rápidos del río Vein no pudieran superarse por el agua. Hubo que sacar el esquife a tierra firme y arrastrarlo para remontar las peligrosas rocas.

Pero los héroes no estaban solos, los sanguinarios fomorianos les pisaban los talones y ni siquiera contando con la proverbial fuerza de Gunnar pudo sortearse a tiempo el obstáculos. 

Llevados por el frenesí del depredador cuando alcanza su presa, los batidores fomorianos les asaltaron en gran superioridad numérica, dando tiempo a sus guerreros mas valerosos y a su cabecilla (Krûm-bay) a entrar también en el combate. En los pocos minutos del aquel atardecer de otoño, los aceros cantaron, mientras se abría la carne, se rompían huesos y cercenaban miembros. 

Pese a caer en combate, muy mal heridos, el bravo Yngvar y el gigante Gunnar, la victoria finalmente se decantó para los kellar gracias en mayor parte a la aparición providencial de Ragma y Vigfuss.

Krûm-bay no demostró ser digno del señor oscuro Urko, y murió vilmente como mera presa frente al oso hambriento. 

— VUESTRO LUGAR EN EL MUNDO —

Una decisión

Ahora con una jarra de espesa cerveza negra en la mano y sentados frente a un reconfortante hogar, os daís cuenta de lo cerca que habéis estado de cruzar la última puerta, de la que nadie regresa. Los fomorianos a los que os enfrentáisteis junto al río os siguen acosando en vuestros sueños y os preguntais que otras bestias os aguardarán en vuestro camino hacia ningún lugar.

Las heridas han sanado rápido y vuestros deseos de conocer tan fabuloso territorio os lleva a plantearos cual será vuestro siguiente paso. Un troll que secuestra niños al este, promesas de tumbas ancestrales que saquear al norte, la cima del mundo al oeste... Mientras que en Eryr un joven jarl y aspirante a bretwalda pide sin palabras el apoyo de experimentados guerreros como vosotros.

De cualquier modo, las "tierras salvajes" como llaman en el imperio a esta región son peligrosas y explorarlas a ciegas podría ser mortal. Por ello habéis decidido incorporar al único guía que accede a llevaros pese a encontraros en las puertas del invierno. No parece ser norteño, pero intuis que sus conocimientos de la región son amplios. Se hace llamar Urgath, aunque le conocen por aquí como el extranjero. 

— ENIGMAS DEL PASADO —

De como los héroes partieron al norte a buscar gloria...

Jamas des órdenes a un kellar, puede que decida hacer lo contrario de lo que deseas o simplemente matarte... Debes hacerle pensar que la idea nace de él y que sacará con ello grandes riquezas

Extracto del Libro de los pueblos,
Sabio anónimo de Gamatea

El paso de los gemelos -siempre vigilantes hacia el sur- marcaba la frontera norte del imperio, cuyo poder se atestigua en forma de una oscura fortaleza aún dominada por los elmer. Mas allá el indómito norte siempre helado y siempre castigado por furiosas tormentas invernales. 

Fue en mitad de una de estas tormentas donde los héroes se toparon con Sölvi y su hermano, por fortuna de ambos, pues parecían ser la cena de una manada de lobos. Como agradecimiento el viejo experto trampero, dio algunas de sus preciadas piezas y un consejo...

-Yo si fuera vosotros no pasaría por la Olla...

¿Que hubiera sido ellos de haber escuchado las palabras del viejo?. Ahora, con sus huesos en un extraño corredor de las profundidades de la tierra se lo preguntaban. 

El que pareciera su socio en el reparto de las prometidas ganancias les había engañado. Toda fascinación por aquel lugar se había esfumado como sus posibilidades de salir de allí con vida.

-Si seguís por el corredor y jugáis con mis reglas, quizás podáis vivir para contarlo -les advirtió Musa mientras desaparecía mas arriba.

El corredor no era muy grande, pero si bastante largo y a diferencias de las decenas de pasillos similares que habían dejado atrás esa misma noche, éste tenía cientos de grabados en sus paredes que narraban historias ajenas y extrañas para ellos. 

"El pueblo que ya no está" -los Antiguos- parecía afanado en trabajar en algo grande... muy grande. Cientos de figuras se doblaban y sudaban en una especie de fragua de gargantuescas proporciones ayudados por seres que jamás habían visto. Desde tres simples cadenas o fuelles controlaban el fuego y las enormes piezas....

Habrían seguido tratando de desvelar los secretos del "mundo que fue" pero un fétido y espeso olor a huevos podridos comenzó a predominar a medida que avanzaban por el final del pasillo. Entonces...

   


— LA HORMA DE SUS BOTAS —

... y de como encontraron penurias y dolor

Hakôn, el norteño loco, tenía razón. La misma Taranis, la dama de plata, de la noche y del miedo moraba en las profundidades de la sala de obsidiana. Si algún día volvían con sus gentes no creerían lo que allí vieron... lo que allí sucedió. Tan solo los dioses fueron testigos de como la locura y hambre de proezas de unos pocos mortales acabaron con el milenario dominio de la reina insecto. 

Pero el destino siempre es aciago y la sabiduría del hombre muy corta como para paladear las mieles de la victoria mucho tiempo. Quizás arrastrados por una falsa imagen de invencibilidad, ahondaron mas y mas en las cámaras y galerías de Yestafell. 

Encontraron evidencias de que no eran los únicos que investigaban los salones olvidados del demonio durmiente. Y aprendieron a temer a la verde luz mágica que tallaba con terrible precisión y rapidez gigantes de piedra. Pero la lección mas dura fue dada por esos extraños espectros de humo y sombras que parecen acechar aletargados por doquier.

El coste de un puñado de cristales fue alto, ahora, heridos, cansados y atemorizados, en un rincón de ningún lugar, deciden que harán a continuación.  

- EL ÚLTIMO DESAFÍO -

La aparición del demonio de la sima aulladora

Sabor a sangre en mi boca... mis piernas y brazos están fuertemente agarrados, ¡malditas cadenas!... Noto las heridas abrirse a cada respiración, pero sin temor, fluyo hacia lo profundo del bosque donde nada me ata.

- ¡Nada! no sabe hablar o ya está mas muerto que vivo. Dudo que podamos sacarle algo - dijo el oficial mientras limpiaba sus manos de sangre- Nadie aguanta el tormento sin decir lo que sabe...

- Hay otros medios capitán -la voz sedosa, casi un susurro hizo que ambos legionarios se cuadraran al instante- No todo se resuelve con el tormento físico.

Me he despedido de Astrid. Por sus pálidas mejillas caían lagrimas. Creo que lloraba por el destino que me espera, pero yo me alegro por ella, en unos años se habrá olvidado del caminante. Avanzo, pero un viento fuerte y aullador me pierde de mi camino y me hace llegar hacia el lugar que siempre evité...

- Después de todo no estás tan muerto como todos pensaban ¿verdad? - Dijo Sinir mientras dibujaba en el aire un circulo descuidado con la punta de un puñal de cristal carmesí - Con cada grito de dolor que das, me enseñas que te aferras a la vida y que tienes temores. Si tienes miedos significa que eres mío y que puedo entrar en tu mente como un hombre lo hace en su casa. - El enjuto rostro de Sinir se volvió sombrio al instante - Dime que haciais en Yestafell, quienes erais y que buscabais. Quiero saber el nombre de tus amigos que te abandonaron, donde viven, a que se dedican, que comen e incluso el color de su mierda.

¡Rápido hermano oso! Dame las fuerzas necesarias para salir de este laberinto de huesos y no ser engullido por la sima aulladora. ¡No hay tiempo! ¡Todos están en peligro! El dolor agudo que parte mi cabeza en dos y silba en mis oídos me hacen volver. No estoy en el bosque, vuelvo a encontrarme en este lugar tan ajeno a la naturaleza... Una pequeña figura, muy pálida, delante de mi parece alegrarse y me habla. Le reconozco, es el demonio civilizador que tantos bosques ha arrasado, que tantos pueblos a esclavizado y cuyo hambre nunca es saciado... se hace llamar Sinir, pero no me engaña.

- ¿Lo ves no es tan complicado? Si colaboras el dolor es mas soportable - comenta Sinir mientras baja el extraño instrumental cristalino - Tus compañeros muertos parecían grandes guerreros para haber llegado tan abajo. Háblame mas de esa sala de obsidiana y de como funciona - Sus pequeños ojos se abrieron mucho.

Ahora desvela su rostro real este demonio. Sus negros ojos hambrientos de conocimiento son la sima aulladora que siempre me ha perseguido allá donde fuera. Pero estoy demasiado cansado como para enfrentarla, me dirijo directo al pozo... ya no recuerdo apenas mi historia...

¿Y esas tres sombras que se acercan? ¡Ah! el poderoso Gunnar Comeballenas y el certero Yngvar el Lobo me miran de pie con sus heridas abiertas pero con el rostro sereno. Me señalan el camino hacia la gran sombra que todavía no distingo que es mientras que delante de ellos se abre una puerta desbordante de luz. Esa es su última puerta y yo tengo que encontrar la mía.

- Veo que vuelves a resistirte a compartir tus recuerdos - comenta la pálida figura mientras muestra una feroz sonrisa de pequeños dientes afilados - Si quieres poner toda la carne en el asador, yo también la pondré. ¡Háblame de los secretos de los Antiguos que has visto a lo largo de tu vida y de ese bosque tuyo!

La ultima sombra... Un rugido estremecedor antes de salir a la luz... ¡Es hermano oso! Ya no estoy atado y me siento mucho mas ligero. Salto y dejo atrás mi maltrecho cuerpo. Me agarro al cálido lomo con fuerza y soy llevado fuera, muy lejos de esta habitación y de las profundidades hasta que siento el aroma del bosque profundo y el sol baña mi cuerpo...

- Señor, creo que ha muerto. El desgraciado habrá muerto de puro delirio en una de las pesadillas - dijo el capitán mientras examinaba el rostro sonriente del prisionero.

- ¡No lo dudes! - exhaló Sinir con cierto tono de incertidumbre en la voz.        


- ACERCA DE LO PROHIBIDO -

El libro del Buen Amor, Volumen II, Estracto 3.14

... habiendo ya teorizado profundamente sobre las cualidades y características del amor prohibido o condenado, permitan los lectores a este anciano autor que se detenga en una historia que plasmarán el ejemplo en las situaciones y corazones reales de las elucubraciones anteriormente descritas.

Estando yo en tiempos de mi juventud y por lugares muy alejados en el norte, pude presenciar, sin saberlo todavía, una de estas grandes historias de amores capaces de destruir un reino. Una supuesta noble Kellar, Lady Maroon, tenía la delicada misión de servir como moneda de cambio en una alianza entre los hombres libres de Gwynt y el inestable reino kellar de Eryr. El gobernante de éste último (el rey niño) ofreció a su hermana en matrimonio al cabecilla de la ciudad libre, Osbern, con la esperanza de recibir apoyo militar en la guerra que estaba fraguándose al este.

En la pequeña comitiva real, vino a coincidir un joven Norheim (desconozco su nombre) que en secreto y solo ante su señora, había jurado algo mas que la lealtad hacia la princesa. Había crecido en ellos con fuerza la hiedra del amor que sellaría su destino para siempre. Es curioso como los pequeños detalles pueden devenir en grandes sucesos que cambian para siempre la historia de los hombres. Una fugaz mirada, una sonrisa velada o el fortuito roce de las manos al pasar cerca el uno del otro, eran solo detalles que los dioses y esta pareja de amantes parecían reconocer. Pues era tal la tesitura del joven escolta, por orden de su señor debía procurar que el matrimonio de su amante con un pendenciero y brutal señor local llegase a buen fin para asegurar la supervivencia del reino.

Los sucesos que a raíz de su llegada a Gwynt se desencadenaron, fueron provocados en mi humilde entender por el deseo prohibido de la pareja a permanecer juntos. La confabulación y manipulación para evadir su destino resquebrajó en primera instancia la comitiva real, que alejados de los consejos del druida que les acompañaba, precipitaron la muerte del principal opositor del señor de la ciudad. Con él murió la inestable paz y se desató una revuelta y olas de saqueo, en la que incluso se vieron a salvajes fomorianos participando como aseguran algunas fuentes. El joven amante, quizás movido por la manipuladora mente de Lady Maroon (véase "Características de la mujer corruptora", pág 122, Vol I) o arrastrado por la locura de amor (véase "Estados y Cualidades", pág 241, Vol. I) trató de acabar con la vida de Osbern. Pero el brutal prometido había huido antes y había conseguido raptar a la "princesa" probablemente para desposarla y obtener el privilegio de entroncarse con la realeza.

Llevado por la ira, el enamorado, clamó a los cielos y a los mismos dioses norteños que le dieran la rapidez y la fuerza suficiente para acabar con el abyecto Osbern y sus secuaces. A cambio le entregaría la sangre derramada de 1.000 hombres. Soy testigo de ello y pese a que ha pasado muchos inviernos desde entonces, lo recuerdo como si fuera ayer. El cielo se oscureció, los truenos retumbaban sobre nuestras cabezas y con el viento frío del norte vinieron los graznidos de cientos de cuervos que presagiaban mas muerte para la ya aciaga jornada. Una columna de cuervos se materializó al instante en Morrigan la señora de los guerreros y los muertos, una divinidad local muy respetada entre los norteños. Jamás he visto nada como lo que pude ver en aquella ocasión, mitad mujer y mitad cuervo. Con su mirada completamente oscurecida y su voz rasposa, no proveniente de este mundo, selló el pacto con el joven. Las 1.000 personas fueron entregadas a Morrigan para morir en batalla al Este, muy lejos de Gwynt, mientras que el encolerizado norteño salió al rescate de su amada.

Como podemos apreciar éste es un claro ejemplo de amor prohibido y especialmente destructivo que hemos venido tratando en el último capítulo y que ha de evitarse a toda costa. La muerte de mas de 1.000 personas, la destrucción de ciudades y reinos, así como los execrables pactos con entes malignas ajenas a este mundo no fueron suficientes para esta pareja. Sobre el destino de ellos, dicen que finalmente pudo alcanzar a Osbern y sus hombres, mas de 30, dando muerte a todos y rescatando a Lady Maroon. Pero dado que no podían regresar a Gwynt, pues había convertido en una ciudad fantasma y tampoco a Eryr, pues su amor era proscrito y había contravenido la palabra del rey niño abocando el reino a...


- TRAS LA ÚLTIMA PUERTA -

Por cortesía de Morrigan

El otro lado solo abre sus puertas en contadas ocasiones. Pocos son los afortunados que las cruzan y vuelven, pero más extraño es aquellos que moran en el otro lado durante una eternidad y pasan al mundo de los vivos clamando venganza. A veces es necesario verter la sangre de miles para que todo vuelva a su cauce.

Se acerca una gran guerra en la que hay demasiados bandos para luchar, muchos líderes que dicen ser los legítimos herederos del poder. Los que moran tras la gran puerta, se relamen de pensar en la gran carnicería que está por llegar, ansían las almas de los caídos en la batalla.

Existen las casualidades, pero puede que estas sean procuradas por parte de los que están más allá de nuestro alcance y nos ayuden a terminar de decidirnos. Es en estas ocasiones cuando ciertas almas atormentadas sirven a los propósitos de los poderosos, se cruzan en el camino y se convierten en el instrumento perfecto para lograr su objetivo.

Así pues, Morrigan, devoradora de almas, destructora de vida, álzate en nuestro apoyo, infunde con tu aliento la ira y el coraje que hacen falta a los hombres para decidir su destino...y erígete como nuestro estandarte, como nuestro guía en este camino hacia el otro lado.


- REVELACIÓN -

Desarrollando la trama por cortesía de Hrafn-Morrigan

Era el amanecer del último día de viaje antes de llegar a la ciudad. Apenas estaban despiertos los componentes del último turno de guardia cuando Hrafn se levantó como todas las mañanas a realizar su rutina espiritual.

Se apartó un poco del grupo para tener algo de intimidad y aunque intentaba centrarse, no podía. su mirada se desvió hacia la guerrera Svava. Hasta hace poco era una desconocida para él, pero había sido elegida, portaba la esencia de una diosa, Morrigan.

"Ella, precisamente ella, una borracha, una bocazas, sin respeto por las antiguas tradiciones... No podía aceptarlo. Creía en lo que veía, pero no lo aceptaba. De entre todas las posibles personas, creyentes, que podían haber recibido... el orgullo de portar a un dios en su interior, Morrigan la había elegido a ella."

Un sonido sacó a Hrafn de sus pensamientos. A sus pies, su querido talismán, que había llevado con él desde que se lo dio su madre en su lecho de muerte, yacía roto, partido en dos. Incluso la argolla de metal se había roto.

"¿Porqué se había roto el talismán? mi propia madre lo creó, era de buena calidad"- pensó Hrafn mientras recogía los restos del mismo del suelo.

De pronto, todo se aclaró para el druida. Su madre ya le advirtió, todo era posible siempre que creyese y ahora era un mar de dudas sembradas por su pelea con Svava no hace tanto tiempo.

Lentamente se levantó y con paso firme y decidido empezó un camino que le llevaría ante Svava. Mientras se acercaba, y a pesar de la fría mañana, Hrafn empezó a dejar caer las capas de pieles que le cubrían el cuerpo y cuando llegó delante de Svava nada le cubría el pecho.

Los guardias, fieles a Svava, prestos echaron mano a la empuñadura de sus armas, pero no era necesario. De golpe y sin previo aviso, Hrafn se dejó caer de rodillas y habló:

- Morrigan, no soy digno de seguir tu camino, ni de acompañar al cuerpo que ocupas, en pos de tus designios venideros. Yo, que no debería tener dudas y haberte servido sin reparos, heme aquí en conflicto al verme superado por mis prejuicios hacia Svava... Te suplico tu perdón, permitiéndome servirte por toda la eternidad en tus dominios. Sea como fuere, mi cuerpo y mi alma, son tuyos.

Tras dichas palabras, Hrafn levanta la barbilla ofreciendo su garganta, esperando recibir un golpe limpio.

Un picor continuo la hizo estremecerse.

Sin abrir los ojos podía oír todo lo que ocurría a su alrededor y más allá, desde el ronquido de los nobles que los acompañaban hasta el somormujo que anidaba en los árboles a más de 30 metros de su posición. Tenía crías, y por el ruido que hacían estaban hambrientas.

Su guardia, situada muy cerca de ella ya había despertado hacía rato y se dedicaba a atender las necesidades propias del cuerpo en estas horas de la mañana.

"Uhm..."algo que desde hacía unos días ella no había vuelto a sentir. Mirándose lo que deberían ser sus manos pensó en el precio que debía pagar cuando se lo reclamaran. La verdad es que era un alivio el haber dejado de sentir la pesadumbre y el agotamiento anímico que la había caracterizado durante los últimos meses.

Desde que el viejo de la taberna abandonada le había hecho esto se sentía como en una especie de limbo. No era ella, pero tampoco dejaba de serlo. A veces, se sentía dominada por una fuerza mayor, hambrienta de sangre y superioridad que hablaba por ella y decidía sus movimientos y acciones. -Crack- algo se ha roto, pensó. Desvió la mirada hacia el sonido y se fijó en el druida. Era de los pocos despiertos a estas horas. Le rodeaba su aura de petulancia y superioridad habitual, pero desde hace poco también tenía un halo de cierta confusión y rechazo.

No supo bien en qué momento todo desapareció de golpe y la sangre empezó a bullir por todo su cuerpo a una velocidad vertiginosa. Cada movimiento que hacía el druida no hacía más que inflamar el regocijo que la recorría, cada capa de ropa que iba quitándose a medida que se acercaba la sumía en una excitación vertiginosa. Conforme avanzaba se sintió eufórica, sabía lo que había en los ojos del druida.....entrega absoluta hacia ella, estaba pidiendo a gritos que derramara su sangre, pedía su ejecución con tan solo mirarla a la cara.

En esos momentos era cuando Svâva desaparecía para emerger como la elegida de Morrigan, sin piedad y certera, pero esta vez fue distinto. La elegida seguía presente, la bestia que anidaba en su interior estaba fusionándose poco a poco con ella, lo notaba...algo estaba cambiando.

De rodillas ante ella, se ofrecía a sí mismo, sin nada más que su vida para acabar con ella. Se levantó en toda su estatura y desenvainó su espada Elmer.

Observó durante unos segundos el destello del acero con el sol y se vio reflejada en el. Levantó el brazo y se rajo parte de la garra. Su sangre empezó a caer gota a gota sobre la cabeza del druida. Sus hombres se arrodillaron junto a ellos y entonaron un cántico a la muerte, grave y profundo.

Con su voz rasposa y con algún graznido entre medias habló:

- Aún no es tu momento, druida. Has de pagar por tus desprecios pero matarte sería un premio. Desde este momento abandonarás a todos los dioses, solo Mórrigan será tu guía. Pasarás a ser su sirviente tanto en lo que te queda de vida como en la muerte. Si no incumples tu juramento, te reclamaré pronto, sin embargo si no mantienes tu decisión, créeme que jamás vivirás a mi lado. Vagaras por el mundo eternamente y tu alma estará condenada a ver cómo solo los auténticos cruzan la última puerta y acompañan a los dioses. Serás un condenado eterno, olvidado por los dioses.

El druida tragó lentamente cuando Svava/Mórrigan habló.

"Abandonar a todos los demás dioses y consagrarme sólamente a Mórrigan."-. pensó Hrafn mientras su tez era cada vez más blanca, para regocijo de la criatura que tenía delante.

Los segundos fueron pasando lentamente mientras Hrafn se debatía ante el futuro que se le avecinaba.

"Siempre me he consagrado a todos los antiguos dioses. ¿Tan aciago destino me espera al tener que abandonar a los demás?... Idiota, tu mismo lo dijiste... tu cuerpo y alma son suyos... tú mismo se los ofreciste..."

Ante la atenta mirada de Mórrigan, Hrafn deslizó una mano hacia el cuchillo que tenía en la bota derecha, lentamente y sin apartar la mirada de la diosa, sacó la daga y la levantó.

Insensible ante lo que estaba a punto de hacer y con una mano firme, empezó a cortar alrededor de su ojo derecho, cortando ceja y parte del pómulo haciendo una forma circular, llegando hasta casi la nariz. Inmediatamente después volvió a cortar ese mismo circulo por tres sitios diferentes, realizando las tres veces una forma que parecía una hoja. El corte imitaba el símbolo de Mórrigan y cualquiera que siguiese las antiguas tradiciones lo reconocería.

- Con esto, nuestro pacto queda sellado, mi señora.- dijo Hrafn mientras la sangre derramada por Mórrigan se mezclaba con la suya propia - Aunque tengo una única petición... mi medio hermano debe morir... .- Añadió el druida con cierto temor ante la posible reacción de Mórrigan

Mórrigan meneó la cabeza y estuvo a punto de soltar una carcajada, pero terminó en un graznido seco y ahogado. Solo al druida se le podría ocurrir semejante respuesta.

- Eres tú quien se entrega a mi, no creo que estés en posición de exigir ni pedir. Sin embargo, no desoigo tus palabras. A su debido tiempo, tu hermano morirá, y no será de viejo-

Le miró fijamente intentando comprender qué demonios habitaban en él que lo llevaban a exigir la muerte de Mildred. Uno más, uno menos, qué más daba... todos ellos morirían en breve, pues la gran batalla estaba cerca de librarse.

Agarró al druida por los hombros y lo levantó. Cogiendo una de las plumas que tenía, alargó su garra y se la tendió.

- Esto es lo que la diosa te da. Guárdalo bien, pues tiene más poder del que puedas imaginar. Lucha junto a mi y te llevaré conmigo al otro lado, donde moraras junto a los grandes guerreros.-

Tras estas palabras, dio media vuelta y se sentó en sus pieles. Volvió a sumergirse un su mutis habitual, expectante observadora de todo lo que ocurría a su alrededor.

El druida volvió sobre sus pasos, cabizbajo y pensante, bajo su atenta mirada. Sonrió para sí misma, el aura que rodeaba ahora al kellar no tenía nada que ver con la que tenía apenas unos minutos antes. La petulancia seguía ahí....pero había algo más, rencor, ansias de venganza, y devoción. Se relamió de solo pensarlo, ya llegaba....lo notaba.....el viento estaba cambiando, la gran puerta había comenzado a abrirse.


- LA DEFENSA DE ERYR. Parte I -

Ajenos a las peligros de la búsqueda de Auren, se debate como defender la ciudad

-Los exploradores señalan que la cabeza del ejército regular asoma por el primer afluente del norte del Vein. Hace varios días que sus exploradores lo cruzaron y muy posiblemente algunos ya estén acechando la ciudad. -Las palabras de Fenja, la jefa de los exploradores, sonaron graves frente al consejo de nobles. - Los primeros cálculos señalan pueden ser 4.000 hombres...quizás más.

-Por suerte contamos con unos muros fuertes... - Comenzó a argumentar el viejo Alfgaut cuando le interrumpido nuevamente Fenja.

-No es todo... por la orilla norte está ocurriendo algo, mis exploradores de aquella zona no han vuelto y creo que no lo harán. Y por el río somos vulnerables, pues su flota nos supera en gran número. Si son ciertos los rumores, la flota es liderada por Gyda.

Un silencio tenso se adueñó de la sala del consejo y cargó sobre los hombros de los allí reunidos un peso mayor. Rorik, todavía con el brazo encabestrado, rompió tan funesto momento:

-Zuglak nos advirtió a Fromund y al resto que nos cuidáramos de las tribus salvajes de fomorianos de las Montañas Serradas. Probablemente se refiriese a eso... ¿Sabemos a cuantos pueden ser?

-Imposible de saber -negó la exploradora con la mano.

-¿Qué hay de nuestro rey y de la espada de las leyendas?- pregunto Koll, mientras apretaba en su puño el añillo de acero colgado a su cuello.

-Si lo consiguen, saldrán por detrás del ejército enemigo. No les será fácil llegar hasta la ciudad, pero esos bastardos obstinados que le acompañan... ¡estoy seguro que lo harán posible! - Alfgaut no dudó en sus palabras- Estamos necesitados de buenos guerreros como ellos y de la mismísima Morrigan...

-Tenemos algo mejor... la Fe - Aclaró Koll ignorando las muecas de desagrado de muchos de los allí presentes. Tomó nota mentalmente de ellos el clérigo unicista.- Y pronto Sansum estará plenamente recobrado para liderarnos hacia la victoria.

- Para vencer hay que sobrevivir... y creéme que no es fácil cuando nos superan en número como mínimo de 5 a 1. - Comentó Alfgaut después de apurar el cuerno de cerveza- Habrá que matar, mucho y bien. Ser inteligente como el zorro y fiero como al oso que le han tocado demasiado las bolas. Conde Hakôn... ¿sois el zorro o el oso? ¿Qué proponéis para la defensa de Eryr?

Todos los allí presentes miraron expectantes a Hakôn "el Pálido" (ahora conde) sobre lo que pudiera aportar a la defensa de la ciudad. En gran parte con recelos, pues era ya conocida la fama del norteño sobre la muerte que le seguía los pasos, pero que nunca le encontraba... al menos a él.

(Ahora si es posible, quisiera que Hakôn estableciera un plan de defensa de la ciudad de Eryr con la información dispuesta. Su "no partida" hacia la búsqueda, responde a esta razón, y nada tiene que ver con la otra integrante de la compañía, La Muerte, que buscando encontrarse con él en los profundos corredores de la mina se apuntó presta a la misión.)


- FRAGMENTOS -

Los pequeños detalles serán los que determinen decisiones trascendentes

En algún lugar del profundo bosque 

Caminad junto a mi, simples mortales, pues he aquí la muerte, la que devora vuestras almas para que moren junto a los grandes al otro lado. Siempre estoy presente, nunca me hallo lejos. No podéis esconderos de mi.

Cada vez la oigo más cerca. Hay una voz que me lleva llamando semanas atrás, cada día está más próxima y en ocasiones está junto a mi durante unos minutos, hablándome, invitándome a tomar lo que se me antoje. Se apodera de mi y no puedo negárselo, es como luchar contra unas cuerdas invisibles. Por más que me resisto, el tiempo que paso consciente se acorta y parece cada vez más lejano. Cuando tomas decisiones desesperadas sin tener en cuenta las consecuencias has de asumir la realidad y hacerle frente. Esto es lo que me ha tocado...pedí poder para una causa que consideré justa y no medí bien el resultado. Sé que me quedan días, o quizás horas de esta lucidez, tengo que exprimir ese tiempo como sea. Así pues, haz algo útil Svâva, sirve a la causa para la que te has erigido y ayuda a cruzar la Última Puerta a toda tu gente. Si han de cruzar al otro lado, al menos que crean que lo hace de la mano de Morrigan. 

A los pies de un antiguo rey muerto 

El leve instante en que su mano arrastró a Auren a las manos de Aelle, el maltrecho druida oyó un susurro.


ਮੈਨੂੰ ਆਪਣੇ ਆਪ ਕਰੋ ... ਅਤੇ ਮੈਂ ਤੁਹਾਨੂੰ ਵੱਡਾ ਬਣਾ ਦਿਆਂਗਾ

ਮੇਰੇ ਉੱਤੇ ਹਾਵੀ ... ਅਤੇ ਮੈਂ ਤੁਹਾਡੇ ਲਈ ਸਿਲਵਰ ਗੀਤ ਦੇ ਆਖ਼ਰੀ ਨੋਟ ਉੱਤੇ ਆਕਾਸ਼ ਦੇ ਰਾਜ ਦੇ ਦਰਵਾਜ਼ੇ ਖੋਲ੍ਹਦਾ ਹਾਂ


Se sintió querido... o quizás tentado... el vigor había vuelto a su cuerpo roto. Una vez mas la oía:


Empuñame... ਅਤੇ ਮੈਂ ਤੁਹਾਨੂੰ grande

ਮੇਰੇ ਉੱਤੇ ਹਾਵੀ ... ਅਤੇ te abriré ਸਿਲਵਰ ਗੀਤ ਦੇ ਆਖ਼ਰੀ ਨੋਟ ਉੱਤੇ de plata ਰਾਜ ਦੇ ਦਰਵਾਜ਼ੇ ਖੋਲ੍ਹਦਾ ਹਾਂ


El joven rey tomó la empuñadura antes de que pudiera acabar de entenderse con la preciosa espada y algo oscuro y retorcido nació bajo el pecho del druida. Ahora Aelle parecía mas seguro de sí mismo y le mantuvo la mirada casi como un desafío...

En una oscura callejón de Eryr 

Hofrodd estaba nervioso mirando hacia uno y otro lado antes de salir de la casa de la reunión. Desde que irrumpiera en la anterior reunión el gigantón Harald "el manso", toda precaución era poca. Había acabado con sus propias manos con Sven y Sigurd y el propio Hofrodd tenía un par de costillas lastimadas. De Jens que había salido para trasmitir la información todavía no se sabia nada, pero como se había acordado en la reunión de esa misma noche se seguiría con el plan previsto.

El espía sabía que Mildred estaba llegando y pronto toda esa gentuza de dumnonios y norteños conocería la ira de su señor. Quedaban pocos agentes dentro de las murallas, pero suficientes para abrir la ciudad de par en par.


- LA DEFENSA DE ERYR. Parte II -

La batalla del último día

Así dejo constancia de los hechos acaecidos durante el cuarto mes del primer año del reinado de Aelle el Devoto, bretwalda de todos los Kellars y Norheims, hijo de Oswald, nieto de Dungail y heredero de un largo linaje de nobles jarls y bretwaldas. Año 393 del calendario imperial.

Avanzando con rapidez el ejército -muy superior en número- del infame Mildred hacia la posición de Aelle en Eryr, el joven rey partió hacia la búsqueda de la mítica Auren. Solo con su valor y la ayuda de Dios, pudo superar innumerables peligros y regresar a tiempo a la ciudad para encarar lo que parecía una batalla perdida de antemano.

Se levantó una empalizada a orillas del río Vein para evitar posibles incursiones por agua; las fraguas trabajaron día y noche para armar a todo hombre, mujer y joven capaz de combatir y se dispuso a los escasos guerreros profesionales en los puntos de mayor debilidad. Se forjaron cadenas, se dispusieron trampas de fuego, piedras, y comenzaron a calentarse en braseros arena y aceite de bacalao y ballena. Muchos hombres rezaron a los dioses antiguos, pero tan solo uno ayudó de forma efectiva con hombres y suministros, el Único.

Desde el sur, ante la llamada de socorro del unicismo, vinieron en apoyo cientos de hombres y mujeres sacerdotes dispuestos a sacrificar su vida en la defensa de Eryr. Entre ellos cabe destacar al príncipe Hadeko de Veda, que arriesgando su propia vida se personó con 50 de sus mejores jinetes.

Pese a ello, la moral no era alta, los exploradores nos indicaban que una partida de guerra fomoriana aguardaba en el bosque, al norte y sospechábamos que unían fuerzas con los asaltantes.

Encerrados tras los muros y preparadas las defensas, todos nos esperábamos un largo asedio. Pero a la noche del segundo día, Mildred, acompañado de su tio Nabur y dos escoltas se acercaron para parlamentar. A su encuentro salieron el propio Aelle, el conde Hakôn, el sacerdote Harald el Manso, Saga el Vagabundo y Thorgrim el Negro.

Desde las murallas todos estaban expectantes ante lo que allí se hablara, pues quizás para muchos podía suponer salvar la vida. Se declaró un duelo para resolver el futuro de la ciudad y la corona. El propio Mildred, desquiciado, combatiría contra el campeón de Aelle, el pagano Thorgrim. Como demostración de que Dios es misericordioso incluso con aquellos que insultan y escupen su nombre, la pelea fue feroz, pero se inclinaba de nuestro lado. El norteño descargaba con la furia de un oso hachazos sobre Mildred que sorprendido por la habilidad del contrincante solo pudo mantenerse a la defensiva. La habilidad de Thorgrim fue tal que incluso llegó a desarmarlo, pero antes de que pudiera dar el golpe final, la voz de alarma se dio al sur, en la zona del río.

Argucia del traicionero Mildred, pues había ordenado un ataque nocturno por la orilla del Vein y las principales entradas mientras todos ponían los ojos en el combate singular. Todo ocurrió muy deprisa, Hakôn ayudó a asesinar a Mildred mientras que se les echaban encima cientos de soldados enemigos. No sin grandes riesgos y gracias a la valerosa actuación de Harald para retenerlos lograron volver a la ciudad con el cuerpo del comandante enemigo que inmediatamente pendió de las murallas a modo de advertencia.

El combate a orillas del Vein se saldó con muchas bajas enemigas, las cuales tomaron las islas e incluso llegaron a entrar a la ciudad. Gracias al veterano comandante Alfagut y la decidida defensa de Saga al mando de un puñado de veteranos guerreros, lograron repelerlos.

Al tiempo, las huestes de hombres armados con escalas y arietes chocaron como olas frente a las murallas de Eryr. Embate tras embate, muchos hombres valientes de uno y otro lado cayeron atravesados por flechas, lanzas o espadas. Aunque en muchas ocasiones estuvo a punto de quebrarse la moral de los defensores y derrumbarse ante el enemigo, la presencia de valientes combatientes en primera línea como Rorik, Hakôn, Fromund, Ragma, Harald, Hrafn, Saga o Thorgrim pudieron hacer posible aguantar esta terrible tormenta de hombres y aceros. Sin dudas los aedos cantarán sus canciones durante generaciones. Finalmente las bajas y nuestra inquebrantable voluntad de sobrevivir dejaron huérfanos de valor los corazones de nuestros enemigos y corrieron hacia sus campamentos a pocas horas del amanecer.

Los cadáveres se apilaban a cientos en las puertas y secciones de muralla derruidos o comidos por el fuego. Allí se habían dado los momentos más crudos de la batalla. La mitad de los nuestros ya no verían amanecer un nuevo día, el último... y quizás los que sobrevivimos les envidiamos por haber atravesado la última puerta sin conocer lo que estaba a punto de acontecer. Todos estábamos exhaustos y temerosos cuando los primeros rayos de un sol primaveral se vertieron a lo largo del valle.

Los cuernos de guerra volvieron a sonar nuevamente y de un salto nos dispusimos todos a tomar nuestros puestos en la muralla. Éramos una delgada línea de hombres que se enfrentaban a un auténtico mar de tropas enemigas y en cuyas caras se leía cansancio y dudas. Ni todo el arrojo de Gyda la Inmortal, ni la experiencia de Nabur en combate pudieron hacer mella en nuestra defensa. El propio Aelle, en primera línea, con Auren en su mano derecha nos inspiraba tal valor que habríamos saltado sobre el mismísimo abismo de Einafort con solo una palabra. Matamos a muchos en aquel asalto en el que yo mismo -pese a mis heridas- participé. Como una casa cuando rompes el pilar central, el ejército invasor se hundió y comenzó una retirada desordenada.

Nuestro rey, despojado de cualquier miedo, alzó a Auren y ordenó la carga contra el enemigo que huía. No había sido testigo de tal valor en toda mi vida. Muchos le siguieron sin dudarlo, mientras que otros más viscerales y temerosos de dejar atrás la protección de las murallas, dudaron y permanecieron en la retaguardia.

Recuerdo que las caras de los valientes lanzándose contra un enemigo muy superior, gritaban para ahuyentar al miedo y carecían de la mínima pizca de cordura en sus ojos. Con espumarajos saliendo de sus bocas, miradas fijas más allá de cualquier obstáculo físico y con las armas por encima de nuestras cabezas cargamos aplastando al enemigo bajo nuestras botas. Durante el febril combate recuerdo tan solo pequeños fogonazos de lucidez y consciencia: Vi a Fromund perder su brazo izquierdo y seguir combatiendo con él en la otra mano, al druida Hrafn avanzar si miedo mientras cantaba impíos salmos a la diosa Morrigan, al vagabundo Saga ahogar a un enemigo en el barro mientras reía compulsivamente o a Rorik caer abatido por cinco lanzas enemigas.

Acababa de aplastar la cara de un soldado con mi maza cuando, por encima de la cabeza de nuestros enemigos puede ver la melena rubia de Gyda que estaba ordenando una línea para detener nuestro avance. Habría sido nuestro final si no fuera por la intervención divina que estaba a punto de llegar.

El evento más importante de nuestro tiempo y un mensaje del dios Único: El Sol Negro, vino sin previo aviso. El sol de mediodía se extinguió, como desaparece la luz de una vela cuando se abre la puerta o ventana del hogar. Nos sumimos en una profunda noche, como si hubiéramos sido malditos por con la ceguera. Incluso los gritos de los que agonizaban se pararon en seco y millares de pájaros clamaron al unísono un terror instintivo. Tardamos un tiempo en asimilarlo, pero cuando comenzamos a entrever siluetas y el cielo estrellado lo comprendimos. Del Sol, en antaño identificado como Lug, tan solo quedaba la memoria de un disco azulado como otra distante estrella del cielo nocturno.

Muchos de los que allí se reunían cayeron de rodillas temblando, sollozando y gritando. Otros tantos simplemente comenzaron a correr hacia cualquier refugio que pudieran encontrar. Pero la ira del hombre y sed de sangre se abrió paso entre la confusión y los que no nos quedamos petrificados volvimos al sanguinario combate. Inmersos en una carnicería donde no se podía distinguir enemigo de amigo, el Dios Único nos lanzó nuevamente una señal divina al iluminar nuestro camino a través de Auren la espada que Aelle portaba. La única fuente de luz de aquel campo de batalla encabezaba el avance hacia la nada y nos aferramos a esta esperanza los que podíamos mantenernos en pie, avanzando con él. De los límites del faro de esperanza surgía todo un miasma de rostros retorcidos por las sombras, el miedo y la ira que trataban de arrebatarnos la vida a toda costa.

Fue entonces cuando un rumor de muerte avanzó desde el flanco derecho del enemigo. Un reducido grupo de combatientes, entre los que me pareció ver a Svâva avanzaba con la misma locura en sus ojos que nosotros teníamos. Por lo que he podido hablar con otros que estuvieron allí aquel día, no vieron a una guerrera tuerta armada hasta los dientes penetrar hacia el corazón del enemigo, sino a la llamada diosa Morrigan, mitad humana, mitad cuervo, arrebatando la vida de todo aquel que se cruzaba en su camino.

Sea como fuere, el poderoso Nabur se encaró a ella en la confusión del combate. Trató de partirla en dos con su hacha de un solo golpe vertical, pero tan solo consiguió clavarse en el barro. Svâva corrió a lo largo el mango del hacha y saltando por encima de él le decapitó salvajemente. Poco más puedo recordar, pues me asestaron inmediatamente después un demoledor golpe en la cabeza y caí sobre otros tantos cuerpos sin vida.

Cuando recobré el conocimiento pensé que todo había sido parte de un extraño sueño, pero el dolor de las heridas estaba ahí, el olor a muerte inundaba todo Eryr y no hubo más días. Poco a poco fui informándome de lo sucedido en los días posteriores a la batalla por Eryr.

Muchos héroes de uno y otro bando habían muerto o bien desaparecido, las bajas habían sido innumerables, pero lo peor de todo era que desde entonces no había amanecido. El mensaje de Dios había sido escuchado y el pueblo que hasta el momento había guardado culto a los dioses antiguos comprendió que nuestra lucha era eco de otros conflictos mayores, entre el Único y los Antiguos. La muerte de Lug era el mayor símbolo de que aquellos habían sido derrotados y desterrados para siempre de este mundo. Tan solo el Único podría dar salvación a aquellos que superasen esta dura prueba que se avecinaba. Ahora la fe lo era todo.

Esto no satisfizo a todos, pero los severos edictos de Aelle, que por méritos se había convertido en amo y señor de todo el norte, obligaron a aceptar dicha tesis, concentrar las oraciones y prohibir el culto a otro que no estuviera autorizado por la Iglesia Unicista. Las depuraciones y exilio no tardaron en llegar y así es como Hrafn el Cuervo junto con a Steinn fueron expulsados de la ciudad. Dicen que se marchó tras los pasos de Morrigan adentrándose hacia lo salvaje de la naturaleza.

Por su lado, de Svâva no se sabía nada. Hablé con todos los encargados de enterrar los cadáveres pero nadie la había visto entre las bajas. Si decían por el contrario que Morrigan tras la batalla había desaparecido. Incluso muchos años después de estos sucesos, dicen que mora por los profundos bosques del norte cazando a todo aquel que sea lo suficientemente imprudente como para adentrarse solo en ellos.

Ragma la Elegida así como Osvif y los locos seguidores de Morrigan que sobrevivieron no fue preciso invitarles a marcharse. Tan pronto como había desaparecido su "diosa" se marcharon. Desconozco si siguiendo sus pasos como los druidas.

Paradójicamente el conde Hakôn, no recibió finalmente la marca media, sino que se le revocó el título al no cargar junto a su señor en los últimos momentos de la batalla. Se marchó con Thorgrim el Negro al día siguiente. Pasado un tiempo, pude enterarme que el segundo encontró en el campamento enemigo a Lady Maroon la cual había sufrido enormemente bajo Mildred. La pobre muchacha había perdido el hijo que esperaban y había acabado desfigurada por las torturas a las que fue sometida. Las noticias de los tres se perdieron cuando marcharon tras la pista de Gyda, huida durante la batalla. Desde entonces no los han visto por la ciudad.

Haciendo honor a su sobrenombre -Harald El Manso- quizás horrorizado por la violenta carnicería que había vivido, rechazó un importante cargo en la Iglesia para desparecer junto a un pequeño grupo de seguidores en el norte, más allá de las fronteras del Imperio Elmer. Dios le tenga en su gloria pues es un buen hombre.

Rorik fue enterrado con honores, junto a cientos de valientes guerreros que derramaron su sangre en aquel lugar. A los pocos días de despertar yo, Alfagut el Viejo murió plácidamente en su lecho, supongo que de vejez. Y pude ver como Fromund, lejos de disfrutar de la victoria y de la honra de haber combatido bravamente, se dio a la bebida hundido en una profunda nostalgia. Poco tiempo después, su terquedad con respecto a la Fe de los Antiguos Dioses le obligó a marcharse con su brazo amputado y ya corrupto como única pertenencia.   

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